Seguramente estos días habrás visto decenas de fotos de personas con un pan en la cabeza por las redes sociales. Quizás te hayas preguntado a qué se debía, si era una nueva moda o un reto de esos que se hacen virales. Si aún no sabes de qué va el tema, te lo cuento aquí.
Uno de los blogs de referencia en Crianza Atípica es Cappaces, escrito por Carmen Saavedra, madre de un niño diagnosticado con Síndrome de Joubert que se lanzó con todas sus fuerzas a la divulgación, el activismo y la lucha contra el capacitismo a través de su bitácora allá por 2012.
Recuerdo que en su blog leí por primera vez la traducción del texto de Emily Kingsley llamado Bienvenidos a Holanda y me atravesó por completo.
Cappaces es un lugar de encuentro, lleno de recursos e información, que alienta a convivir con la diversidad funcional de una manera natural, que fomenta reflexiones sobre la aceptación, la inclusión real y los derechos plenos de las personas que, como su hijo y el mío, deben enfrentarse a una sociedad colmada de barreras y apatía.
El pasado 3 de diciembre Carmen publicó un relato magnífico titulado Un pan en la cabeza, que os animo a leer y compartir con vuestros peques. Allí contaba que un niño estaba harto de ser mirado por sus diferencias, de ser el centro de atención y entonces:
“– ¡¡ESTOY HARTO DE QUE ME MIREN COMO SI FUERA EL HOMBRE MÁS RARO DEL MUNDO!!
A su madre se le encoge el corazón de tal manera, que no le sale ninguna palabra. Menos mal que Tiogenial, haciendo honor a su nombre, salta veloz y le responde al momento:
– Pero, tío, ¿tú no quieres ser actor? Pues mira tú, mira a Dalí, que quería ser famoso pero nadie se fijaba en él. Y para llamar la atención tuvo que salir a la calle con un pan en la cabeza. Pues eso que llevas ganado.
Y es así como logra sacarle una tímida, diminuta, ínfima, sonrisa.
…
Las palabras de Tiogenial y el amor de (su prima) Campanilla consiguen espantar ese día el dolor que provoca la curiosidad malsana. Porque sí, la curiosidad también puede hacer daño. Esos segundos que dura tu mirada, multiplicados por los de cientos de personas durante catorce, casi quince años, se convierten en una eternidad para quien ya nace con un pan en la cabeza.”
A una compañera de Carmen, Blanca Roig, se le ocurrió utilizar esa imagen y convertirla en una acción anticapacitista. Algo que moviera a reflexionar sobre la forma en que miramos, para concienciar a quienes no viven esta realidad y que les lleve a adoptar una mirada más amable.
Y entonces internet hizo su magia. Porque tanto el relato como el mensaje son tan poderosos, que no podía ser de otra manera.
En pocas horas Facebook e Instagram se llenaron de fotos de gente, la mayoría madres de peques atípicos, con un pan en la cabeza. Porque lo vivimos a diario, porque estamos cansadas, heridas y llenas de ganas de cambiar las miradas que se posan en nuestros hijos que han nacido con un pan en la cabeza.
Termino de escribir este post con lágrimas en los ojos, viendo como pasan frente a mí cientos de momentos donde mi peque ha sufrido esa curiosidad malsana, como la llama Carmen. Y otras cientos de veces que él no las ha sentido, pero yo sí.
Imagina caminar con un pan en la cabeza siempre, allí donde vayas, al trabajo, a un restaurante, a la reunión de vecinos. Imagina que sólo quieres ser tú, que te llamen por tu nombre, que vean tu ser con todas tus fortalezas y debilidades, como a cualquier otra persona…pero que la gente sólo te mire descuadrada porque llevas encima algo que “no corresponde”, que es raro. Imagina ahora que vives todo eso siendo un niño, desde que naces, día a día, en el cole, en el parque, en el centro comercial.
Ahora ya sabes lo que tienes que hacer, al igual que yo. Cambiemos la mirada y dejemos de hacer daño.
Gracias a Carmen, a Blanca y al maravilloso TioGenial.
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