Hace 9 años, un 1 de febrero a las 20 hs le enviaba esta foto al que hoy es mi marido.
Llevaba 7 días ingresada por fisura de bolsa, en reposo absoluto y esperando ilusionada llegar a la semana 35 para que mi primer hijo tuviera menos riesgos por su inminente prematuridad.
Unas horas más tarde había dilatado completamente, recién cumplida la semana 33 de gestación, sin contracciones que me ayudasen a pujar, sintiéndome desamparada ante un escenario incierto, rodeada de sanitarios desconocidos y con mi plan de parto en un cajón junto a mi empoderamiento.
Recuerdo a dos neonatólogas con un respirador y una incubadora, dos ginecólogas, una matrona y el anestesista en una sala llena de tensión. Al padre de mi cachorro cogiéndome la mano. Me recuerdo gritando como en las pelis, porque no tenía ni idea de lo que debía hacer.
Todo lo que había leído sobre la maniobra de Kristeller era un borrón mientras la matrona me la hacía sin preguntar.
No hubo piel con piel, pero sobraron los puntos con la anestesia dejando de hacer efecto.
Mi primer parto me llenó de miedos, me hizo sentir pequeña, me dejó tan marcada como la cicatriz de la epi.
Imagina cómo fue el stress de ese momento, que hasta la tarde siguiente no supe que había sido instrumentado. No me enteré que para poder facilitar la salida de mi niño, encajado en el canal, habían usado palas.
Estoy segura que todos los profesionales que estuvieron allí hacían lo que creían era mejor, sin que eso sea excluyente de que el trato, el acompañamiento empático y la evidencia científica de algunas de las prácticas fuese claramente mejorable. Ojalá ninguna mujer tenga que sentirse infantilizada, sin voz y ajena en su propio parto nunca más.
Así y todo, la sonrisa ingenua en esta foto es la misma con la que abracé a mi pequeño cuando lo visité en la UCIN varias horas después. Y es la misma sonrisa con la que vivo desde su llegada a mi vida. A pesar de los obstáculos, de los diagnósticos tardíos, de la montaña rusa emocional de mi crianza atípica.
Muchas veces me pregunté cómo hubiese sido nuestra vida si hubiera llegado a término.
Con las emociones a flor de piel, comparto contigo lo que he vivido, porque quizás hayas pasado algo parecido…o quizás mis vivencias te sirvan para entender que las maternidades (y sus comienzos) son tan diversos como familias existen.
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¡Nos leemos!
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4 Comments
Geraldine al leerlo, me siento tan identificada y me brotan lágrimas. Gracias por compartirlo. Un abrazo fuerte!
Gracias por pasar por aquí y dejarme tu comentario. No estamos solas
Soy trbaajadora social de un centro de atencion temprana y vivo inspirada en ti, mi mundo porfesional y personal. Te recomiendo decenas de veces todos los dias, más allá de inspirarnos a traducir un mundo lleno de gestiones y prestaciones dificiles de encjaar a veces, busco en ti esa identificacion que mueve al ser humano hacia la calma, alejandole de la soledad que se siente cuando todolo que te sucede es nuevo y traumático y, además, tiene que ver con tu hijo. Gracias , gracias por personas como tú, como todos los padres atipicos, entre los que me incluyo (la vida ha querido que mi hija tambien forme parte de este mundo) que queremos ser mejores y hacer del mundo un lugar mejor para ellos y para nosotros. Gracias!
Muchísimas gracias por tus palabras, Tamara! Me has emocionado. Un abrazo enorme