Con el permiso de su autora, mi querida amiga y médico de familia Ana Sánchez Sempere, comparto un texto que me resuena desde que lo leí.
Espero que a ti también te sirva para reflexionar.
<<No entiendo a nuestra sociedad… No nos entiendo de verdad.
Vivimos una pandemia, una situación que, por mucho que ahora digan unos cuántos que ellos sabían lo que iba a pasar, nadie esperaba realmente.
Las sociedades occidentales nos creíamos «capaces» y «preparadas» y por eso nos confiamos e hicimos preparativos pequeñitos, porque pensábamos que nuestros sistemas sanitarios, » los mejores del mundo», nuestro nivel socioeconómico, nuestro grado de salud e higiene, nuestros servicios de salud pública, nuestra democracia…eran perfectamente capaces de superar esto sin apenas enterarnos.
Soberbios, vimos fallos e incompetencia en los demás, sin aprender nada de cara a afrontar la situación nueva. Estábamos acostumbrados a escuchar impasibles cómo epidemias asolaban otros países de Asia o de África…pero no a nosotros, nosotros somos «mejores».
La realidad, tozuda siempre, no ha dejado de zarandearnos y nos ha puesto delante nuestra vulnerabilidad, nos ha enseñado nuestra ignorancia, nos ha hecho sentir el miedo ante lo desconocido, lo incontrolable…
Una enfermedad nueva, desconocida, ha puesto en jaque a los mayores expertos, ha arrebatado vidas a enfermos ingresados en los servicios más punteros de los mejores hospitales en manos de los más renombrados profesionales sin que entendieran muy bien porqué unos lo superaban y otros no…y sin poder hacer gran cosa por evitarlo.
Aprendimos a identificar los criterios de gravedad, y los signos de empeoramiento que nos avisan de que «hay que correr», y corrimos…y aún así en muchos casos, sin poder cambiar en nada el resultado.
Así que cada día ha habido que reinventarse, improvisar, innovar, arriesgarse utilizando tratamientos sin eficacia demostrada, sin indicación en ficha técnica, pero que con los pocos datos disponibles, parece que podrían funcionar.
Aún no lo sabemos, los datos cambian cada día y el virus sigue desconcertándonos.
Hemos tenido que cambiar nuestra forma de vida, teletrabajo, telemedicina que hace unos meses eran «imposibles» y ahora son una realidad. De nuevo queda claro que nos equivocábamos.
También estamos aprendiendo que se pueden aplicar nuevas metodologías en la enseñanza, que los mayores también son capaces de utilizar zoom o dúo para comunicarse, que las profesiones esenciales son las que son y no las que habíamos «endiosado».
Ahora debatimos el paso «a una siguiente fase», y algunos se empeñan en arrastrarnos a un debate de culpas, de reproches, de arrojarnos a la cara muertes y otra serie de ruindades vergonzosas.
Pero me niego a entrar en ese juego.
En esta pandemia nos hemos equivocado TODOS (sí, todos, en algún momento: altos, bajos, guapos, feos, ricos, pobres, de derechas o de izquierdas. TODOS).
Y quienes llevamos años dedicados a una profesión en la que las decisiones implican vidas, sabemos lo que eso pesa, lo que duele. Pero también sabemos lo inevitable que es ERRAR. Sí, así es. Por mucho que haya gente que insista en gritar «vergüenza» o insultar o indignarse, lo cierto es que los humanos somos imperfectos y nos equivocamos.
Lo que hace la diferencia es nuestra capacidad para reconocer, aceptar, corregir (si es posible) y aprender del error. Y ahí es donde estamos suspendiendo como sociedad.
Ana Sánchez Sempere, Médico de Familia de Madrid.
Yo sí creo que es momento de pasar de fase, pero no de fase de la pandemia, sino de fase como ciudadanía. Creo que ha llegado la fase de sumar entre todos, de apoyarnos, de reconocer lo bueno y lo malo, el esfuerzo, el trabajo, la entrega, y empezar a pensar «qué puedo aportar yo al bien común» y actuar, en vez de seguir en la crítica inmovilista y cobarde.
Esa posición de «mirar los toros desde la barrera» y luego hablar de la cobardía del torero y presumir de lo bien que lo haría yo, ya no tiene cabida. Ni los odios personales tienen cabida.
Si tú lo harías mejor, da un paso al frente, salta la barrera, porque lo necesitamos, porque sigue muriendo gente.
No señales más y actúa…no vaya a ser que mañana alguien te reproche a tí los muertos, por no haber actuado cuando tú podías ayudar a cambiar las cosas.
Dejemos el odio y sumemos, porque creo, sinceramente, que los generosos, solidarios, íntegros, somos muchos más, pero el ruido ambiental de esos otros no nos permite escucharnos.>>
Ana es Médico de Familia en un Centro de Salud de Madrid. Una mujer empática como pocas, reflexiva nata, proactiva y una de las madres más generosas que he conocido en el colegio de mis hijos, siempre apostando por el cambio para que nuestro centro escolar sea inclusivo en el más amplio de los sentidos. Puedes seguirla en su cuenta de twitter haciendo clic aquí.
Tengo suerte, porque Ana es mi amiga. Y tener gente cerca que te ayuda a revisarte, a reflexionar y ser mejor persona es un tesoro difícil de hallar hoy en día.
Cuando leí su texto le pedí que me dejara compartirlo con todas las personas que pasan por aquí y mis redes sociales. Porque creo que su mensaje debe llegar más lejos y resonar como me pasó a mí cuando terminé de leerlo con lágrimas en los ojos pensando ¿Qué más puedo hacer? ¿Por qué me permito criticar desde la comodidad de mi bunker privilegiado?. Gracias, Ana.
¿Tú qué opinas?
¿Qué acciones crees que puedes llevar a cabo desde tu lugar y como parte de la sociedad durante esta pandemia, más allá de los aplausos de las 20hs y los debates de sofá?.
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