No sé si será vuestro caso, pero a mi alrededor llevo oliendo el miedo desde antes de Halloween. Y cuando ha pasado la noche de los muertos, eso no acabó. Se intensificó.
La pesadilla de las navidades ya está aquí.
Queramos o no. Celebremos o no. Creamos o no. Regalemos o…esperad. Ahí está el tema de hoy. Los regalos navideños.
Valga la aclaración de que este Post no viene a inclinarse sobre la religiosidad o no de estas fiestas como tampoco sobre si deberíamos o no perpetuar la magia de Papá Noel y/o los Reyes Magos en la educación de nuestros peques, o por el contrario sentir que eso es engañarles y buscar alternativas mágicas a las tradicionales. Aquí todo mi respeto hacia quienes lo hacen de un modo, otro o cambian de idea cada año. Y meto como inciso un artículo de Bebé a Mordor como invitación a la reflexión libre de juicios, prejuicios y postjuicios.
Mi reflexión sobre la supra exigencia absurda de «El Regalo» (o en plural los que podáis/queráis multiplicar la pesadilla).
Juguetes que se agotan en noviembre. O nos advierten que se agotarán.
Listas de espera.
Catálogos de grandes superficies cubiertos de círculos imperfectos de pequeñas manitas con rotuladores coloridos.
Infinitos viajes, llamadas y comparativas de precios del dichoso juguete elegido. Que se comprará de todas todas al precio que sea porque no podemos quedarnos sin él.
Stress.
Verdadero stress por no conseguir la torre de mando de la Patrulla Cansina que cuesta cerca de 100 euros y tendrá menos uso (y juego) que la caja que la envuelve.
Aquí meto una recomendación: La Patrulla canina diseccionada por Principesa de Preslav. Imperdible.
Y ahora diréis…
¿Qué tiene que ver Netflix con este monólogo sobre el capitalismo aplicado a la Navidad ?
Pues todo.
Guiño guiño a los responsables de comunicación de Netflix por si quieren enviarme un código descuento por escribir esto sin que me lo pidan.
Señoras y señores. La pesadilla por conseguir el juguete de moda, ese llenito de luces y ruidos, ese que indica claramente cómo se debe jugar (no sea cosa que los niños y niñas hagan uso del libre albedrío), ese que acaberéis odiando (y quitando las pilas si no se consumen rápido) o que vuestros cachorrillos dejaran arrinconado en la pila de los juguetesMasDeseadosDelMundoMundialPeroQueNoNosInteresanMasAhoraQueLosTenemos. Ese juguete que perpetúa los estereotipos aunque llenemos nuestras RRSS de hashtags contra el machismo y la discriminación. ESE juguete seguramente no sería vuestra pesadilla si tuvieseis Netflix.
Hasta que Netflix llegó a casa, nuestra solución para acceder al contenido audiovisual controlado era tener un disco duro conectado a la TV. Que no se diga que no hay alternativa para quienes no pueden/quieren TV a la carta.
Aquí os recomiendo leer a Madre Reciente y su reseña de Netflix infantil
Las infinitas posibilidades de regalos para nuestros hijos e hijas, los más adecuados para sus edades, momentos de desarrollo, intereses, acordes a sus necesidades específicas, en armonía con el tipo de crianza que intentamos darles, que promueva valores y fomente habilidades, que no nos quiten el sueño ni vacíen las arcas familiares. ESOS regalos materializados en juegos, cuentos, disfraces, experiencias, ropa, material artístico, instrumentos musicales, juguetes y demas opciones NO salen en las publicidades de Clan, Boing, y resto de canales de TV orientados al público infantil, que es de donde se nutren los pequeños expuestos a ellos, creándoles repetitivas «necesidades» (quiero eso quiero eso quiero eso quiero esooooo) que luego plasmarán en sus cartas manuscritas o a golpe de rotus en una torre de catálogos que posteriormente fotografiaréis para repartir la pesadilla por Whatsapp entre familiares y amigos (que entrarán en los Juegos del Hambre queriendo o no).
Teniendo TV a la carta, como puede ser mi querido Netflix, podréis ofrecer a vuestros peques series y películas a medida, con la certeza de que sólo mirarán ese contenido y no serán abducidos por publicidades pegadizas de juguetes merder.
¿Que luego os piden un algo de Madagascar porque la han visto 832 veces seguidas y les hace ilusión jugar con los pingüinos? Puede ser.
¿Que no se librarán de Pepa la Cerda (no podía dejar de nombrarla, y porfa leed también este Post de la Principesa de Preslav) u otros personajes archiconocidos que llenan las estanterías navideñas estos días? También.
Pero que les guste una historia o sus protagonistas será una orientación que podréis considerar y tener en cuenta sobre sus gustos y preferencias. Como a mí en los 80s me gustaban los osos pandas o a mí pequeñín le chifla el Monstruo de Colores.
Nada de «quiero la pista de coches de tres dimensiones con luces de neón de Cars3 (porque la de Cars2 es una antigüedad por todos sabida y no se mente el comprar algo sin franquicia) que se usa sólo con las gafas 3D y sus múltiples accesorios no incluidos en la caja».
Que les guste un personaje ya pasará a estar desasociado del megajuguete con el que canalizar sus ganas de relacionarse con él. Así, Mickey podrá llegar en una mochila, una camiseta o unas entradas para verlo en el teatro. Incluso en un muñeco o juguete si creéis que es lo que más gustará a vuestro peque. Pero seréis vosotros quienes decidáis el formato en el que vendrá plasmado y si ese será vuestro máximo esfuerzo de tiempo y dinero en los presentes navideños.
¡Si es que son todo ventajas!
Y de paso, os doy los otros 2 beneficios de tener Netflix en el hogar familiar donde existe TV:
- Ofrece un contenido muy variado, de calidad y accesible (doblajes y subtítulos a elección) que podemos limitar/controlar si no estamos a su lado en el momento en que miran la TV (por ejemplo, cuando nos duchamos sin tener a nuestros hijos de visita en el baño. Que por cierto, es lo que yo me he pedido de regalo para estas navidades).
-
La relación coste/beneficio es altísima comparada con los que os ahorrareis en regalos caprichosos originados en la exposición a publicidades insistentes de los canales tradicionales (y ni hablar de alquilar pelis de forma individual). Sé que hay varios tipos de suscripción y también otros proveedores, pero como dato nosotros pagamos 10 euros al mes.
Y como no hay 2 sin 3…
- Un buen regalo también podría ser ese: Suscripción familiar a Netflix para el próximo año. € 120 de cine y series, pagadero en cuotas mensuales, para disfrutar juntos (o separados) con su correspondiente manta en el sofá. Y así ya sabréis que en las siguientes navidades la pesadilla se habrá erradicado.
Ya otro día os cuento cómo planteamos en casa los regalos navideños, obviamente sin esa abducción infantil 😊.
¿Y vosotros cómo lo hacéis?
¿Decidís los regalos o los piden los peques?
¿Cuánto de pesadilla publicitaria cargais en la lista?
Nos leemos.
Aprovecho para recordaros que he iniciado una petición en change para que la RAE incluya el término hemiparesia en el DLE. Aquí os explicaba por qué.
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1 Comment
Fíjate que, justo este fin de semana, vi un rato Disney Channel y me puse a pensar más o menos en lo mismo: ¡La cantidad de juguetes a las que están expuestos los peques! Todo de escaso o nulo valor educativo y con movimientos y acciones demasiado «libres» para la jugabilidad real que luego ofrecen. En mi caso, Netflix, no, pero como soy de Amazon Prime, estoy probando su nuevo servicio de Video, con pelis y series a la carta, y la verdad es que se agradece ver cosas sin publi.
Saludos