Hoy doy espacio en mi blog a una historia que no os va a dejar indiferentes.
Como sabéis, esta semana fue el Día internacional contra el bullying, y creo que relatos de esta intensidad nos pueden ayudar a entender mejor la gravedad del asunto, para dar un paso más allá de limitarnos a los hashtags y fotos que podamos compartir en nuestras redes sociales para solidarizarnos en contra del acoso.
Como os decía hace tiempo en este post, creo profundamente en la necesidad de revisarnos personalmente. Ninguno estamos exento de haber (o seguir) participado de forma activa o pasiva en algún acoso, y de hecho la realidad que estamos viviendo con los «jueces de balcón» durante el aislamiento deja más que visible la necesidad de seguir trabajando socialmente la importancia del respeto, la empatía y el mea culpa.
Sandra es una mujer increíble que conocí gracias a las redes sociales. Os conté sobre ella y su proyecto solidario para traer al pequeño Daniel a España para recibir sus tratamientos por haber sufrido un ictus.
Cuando leí este post de Sandra, y después de llorar un rato, supe que debía compartirlo con vosotras para que llegue más lejos y nos sirva de disparador para reflexionar. Por ello, aquí os dejo su publicación, que también podéis leer en su perfil de Facebook.
Mensaje a una niña de hace 28 años
Ya, ya sé que duele. Duele mucho. Cada insulto, cada risita a tu paso, cada golpe. Cada vez que otros niños te hacen creer que eres fea, que eres tonta, que por ser diferente eres peor que ellos. Ya sé, que llegas a pensar que no vales nada. Que por algún motivo mereces que nadie juegue contigo. Que consiguen que te creas que eres menos guapa, menos simpática, que eres la que menos salta en esta carrera de obstáculos. Que ahora te parece que la opinión de los niños y niñas de tu edad es lo más importante. Que siendo tan pequeña has llegado a pensar que mejor estarías muerta, aunque no lo digas.
Ya sé, que el recreo es lo único que no te gusta del colegio. Que desearías volatilizarte cada vez que suena ese timbre que tanto anhelan todos menos tú. Que si ya es doloroso que durante treinta interminables minutos deambules sola por el maldito patio, todavía más es que te persigan en grupo, te rodeen y se rían de ti, que te insulten hasta hacerte llorar. Y eso les multiplique la risa. Si tú lo único que quieres ya es que te ignoren… Seguro que recordarás para siempre aquel día en que llamaron a unas niñas de la clase de los mayores, y se unieron a ellos, y que recordarás por siempre sus insultos. Y tu vergüenza. Y tu miedo.
Pero ahora sécate las lágrimas y escúchame con atención. Te prometo que lo que te digo es la verdad. Eres mucho más fuerte y bonita de lo que piensas. Aguanta. Esto te parece eterno ahora, pero tendrá un fin. Y te va a hacer más fuerte y valiosa. Aférrate al amor de tu familia y espera a crecer un poquito. Aprenderás a quererte, y este sufrimiento te dará herramientas que otros no tienen. Cuando dejen por un momento de pisarte te levantarás hacia tu objetivo, con un montón de recursos en la maleta. Y ya no habrá quién te frene. No dejes que nadie te corrompa la motivación ni el corazón. Con el tiempo, entenderás que tu diferencia era en realidad una virtud. Que no había nada de malo en ti. Que eran ellos los que volcaban en ti sus carencias.
Acércate un momento a estas líneas y lee tu futuro. Vas a ser una mujer independiente, tu profesión te hará feliz y vas a disfrutar ayudando a otros, dentro y fuera del trabajo. Entenderás que tu cuerpo es un regalo y aprenderás a amarlo como es, sin importarte la superficialidad de otros, que te resultará patética. Aunque ahora no lo creas, vas a tener muy buenos amigos, de los de verdad. A veces, incluso te sentirás admirada por personas a las que tú misma admirarás profundamente. Aprenderás idiomas y tendrás amistades en muchas partes del mundo. Te rodeará mucha gente buena, ejemplar y en la que confiarás plenamente. Te darás cuenta de que la vida pone a cada uno en su sitio, y en lugar de odio por estos niños que ahora tanto daño te hacen, sentirás pena. Te habrán robado la infancia, pero tal vez a pesar de ellos y en parte gracias a ellos, serás una adulta feliz e inmensamente rica.
Eres muy pequeña y quizás no entiendas todo lo que te digo, pero confía en mí: tu historia acaba bien.
Ojalá fuese así en todos los casos.
Aprovecho para decirle a esa profesora que no te protege cuando la agresión es evidente, que es una gran responsable de tu sufrimiento y de la falta de educación de tus verdugos. Que es una negligente y que en su mano hubiera estado hacerte la infancia un poquito más fácil y de paso, la adultez de esos otros un poco más rica.
A los padres de los otros, les pediría que no frustren con objetivos imposibles a sus hijos, que no los eduquen en la competitividad constante. Porque si hacen eso, tal vez, el único camino a la felicidad que encuentren sea intentar hundir a los demás. Eduquen a sus hijos con amor, señores. Háganlos felices y engrandézcanles el espíritu, que de cabrones ya vamos bien servidos.
A mis padres, les doy las gracias por tejerme la red, comprenderme y quererme tanto siempre. Con su tinta escribo este final feliz. A mi hermano: si hubieras nacido diez o veinte años antes, seguro que no te habría echado tanto de menos.
Sandra.
Gracias Sandra por permitirme compartir tu relato en mi casa 2.0. Ojalá, como bien dices, todos los casos de acoso acabasen así, aunque la realidad nos demuestra lo contrario y aún en historias como la tuya convirtiéndote en una mujer sensible, asertiva y empoderada, nadie debería vivir con una infancia robada y recuerdos de ese tipo grabados a fuego en su corazón.
Pero lo que más deseo, desde mi ser utópico por naturaleza, es que ninguna persona tenga que pasar por situaciones humillantes y devastadoras de este tipo mientras los adultos no intervienen. Deseo que la educación que estamos dando las familias a los niños y niñas de hoy sea lo suficientemente poderosa para conseguir un cambio, no sólo con nuestros consejos sino con el ejemplo que les brindamos diariamente.
Y a ti, que has llegado hasta aquí, espero que este post no te haya dejado indiferente. Que reflexionemos juntas sobre lo inutil del «Yo NO» y buscar todos esos «yo sí» para poder desterrarlos de nuestro comportamiento.
Nos leemos.
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