La crianza atípica nos hace expertas en temas que nunca antes habíamos conocido. Nos llena la agenda de trámites, revisiones, especialistas, terapias,. Nos cambia el orden de prioridades, nos desestabiliza la economía. Modifica la dinámica familiar y profesional. A veces nos llena de ansiedad, miedos, depresión.
Pero esos no son los únicos efectos colaterales de tener un hijo con discapacidad. Hay muchos otros que yo no cambiaría por nada y me permiten sobrevivir a los que enumeré más arriba.
La tribu.
Ayer estaba pensando en la suerte que tengo de haber conocido algunas personas maravillosas estos últimos años. Y me di cuenta que todas ellas, sin excepción, se han cruzado en mi camino por tener un hijo con diversidad funcional.
La crianza en general nos hace vulnerables e impulsa a la búsqueda de una tribu con la que compartir nuestras dudas, deseos y temores.
En el caso de la crianza atípica todo se potencia: la incertidumbre se dispara, la felicidad de los pequeños grandes hitos conseguidos por nuestros hijos es exponencial, el empoderamiento ante nuestras decisiones maternales se torna absolutamente imprescindible.
En esa búsqueda de tribu de familias diversas, consciente e inconsciente, vamos abriendo paso a la llegada de personas que no sólo tienen como nexo común con nosotras la discapacidad, sino la forma de afrontarla y de vivir el día a día con optimismo y resiliencia.
Recuerdo mi primera tribu. Éramos madres de la sala de espera que decidimos regalarnos esos minutos mientras los peques iban a terapia para tomar un café, hacer catarsis, charlar, reírnos y llorar juntas. Mis primeros desayunos con Ruth me dejaron claro que necesitaba aumentar la tribu y abrirla a otras mujeres viviendo lo mismo.
La tribu ahora se nutre y ve facilitada por las redes sociales, que nos dan la oportunidad de compartir, estemos donde estemos y 24/7.
A veces, tan solo con leer algunas publicaciones, nos sentimos reconfortadas, comprendidas y parte de algo más grande. Pero eso mejora cuando formamos grupo, cuando hay diálogo, cuando sentimos el feedback. En mi realidad 2.0 hay grandes personas como la sabia María de Fundación de Hemisferectomía, Ana (mamá de Alba Nemalínica), María de Cinco sentidos y medio, Vanesa de ¿Y de verdad tienes tres?, las familias de Hemiweb (con Jorge y su mirada a la cabeza), Elena de Mi hijo tiene PBO, Rocío Palomo, la comunidad tuitera #soyautista, muchas lectoras del blog y mis RRSS con las que intercambio mensajes privados y un buen puñado de bloggers de Madresfera y Saludesfera madres, profesionales o adultos diversos de mi TL de Twitter.
Mi vida se fue llenando de gente con la que comparto reflexiones, experiencias, temores, lágrimas, éxitos, consejos, risas, activismo y proyectos. Con ellas aprendo, escucho y me siento escuchada sin prejuicios. No imagino algo más valioso en una relación.
El cambio de mirada y la reflexión.
Otro gran efecto colateral ha sido conocer otras muchas realidades que antes no veía. Hasta el diagnóstico de mi hijo, nunca había tenido cerca alguien conviviendo con la discapacidad. No sabía de sus luchas incansables ante miles de frentes, no empatizaba con los pequeños detalles que como ciudadana repercutían directamente en su bienestar.
El aprendizaje, la revisión personal y la reflexión vivían en mí pero a nivel amateur. Ahora son tres pilares que me invaden a cada segundo y estoy convencida que me hacen mejor persona de la que era, de la que hubiese sido.
La discapacidad no se elige, y de hacerlo seguramente nadie lo haría, no sólo por las dificultades que suponen para el desarrollo de la persona, sino por las enormes y complejas barreras que la sociedad no parece dispuesta a erradicar.
Pero yo no cambiaría la vida que tengo. No cambiaría nada de mi hijo, es perfecto tal y como es. Cambiaría (y lo voy a intentar cada día de mi existencia) su posibilidad de realizarse, de ser feliz y de pertenecer. De que viva esa pertenencia como merecida, plena de derecho y sin límites impuestos por el resto.
La crianza atípica me revolucionó como mujer, como madre, como profesional, como amiga y como activista.
El activismo.
La crianza atípica llenó mi horizonte de arcoiris. Sé que de momento lo vemos unos pocos, pero somos los mismos que estamos dispuestos a que iluminen a toda la sociedad. Y no vamos a parar hasta que la diversidad se entienda como factor de riqueza, de aprendizaje y de tolerancia. El mejor ejercicio individual es ver al todo y a todos, no encerrarnos en nuestro bunker y emprender un camino vital donde la empatía, la solidaridad, el respeto y la amabilidad sean el nexo común entre todas las personas.
Sé que soy una ilusa, ¿pero quién consigue nada si no se impulsa por el motor de la esperanza?.
¿Y a ti? ¿Qué efectos colaterales te regaló la crianza atípica?
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¡Nos leemos!
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2 Comentarios
Seguimos! ❤
Yo he visto como en Twitter hay una comunidad de padres y madres de autistas y más discapacidades que cada uno tiene su ideología política, su opiniones completamente contrarias a las mías etc pero nos une fuertemente nuestro sujeto político que son nuestros hijos y ahí vamos juntas a quemarlo todo